Los estudiantes de la novedosa experiencia que representa la Universidad Nacional de las Ciencias «Humberto Fernández-Morán» recibirán conocimientos de primera mano en carreras no tradicionales (ni convencionales), a cargo de investigadores e investigadoras como Ana Indira Ramos y otros científicos y científicas. Esta generación de fundadores y fundadoras tendrá la misión de asegurarse de que lo enseñado no se quede como información muerta dentro de las aulas, sino que estudiantes y profesores serán el punto de partida para que los novísimos pupilos y pupilas, realicen experimentos en el territorio y en los laboratorios.
Ana Ramos es jefa del área de Ciencias del Agro y del Mar en la nueva universidad. En el IVIC forma parte del Centro de Estudios Oceanología y Estudios Antárticos.
“Se trata de un mundo multidisciplinario”, afirma la profesora Ramos, quien desde que comenzó a trabajar en su área de estudio lo hizo poniendo en práctica los conocimientos científicos que adquiría para mejorar la calidad de vida, optimizando el consumo de especies locales, en principio de algunas comunidades del oriente del país, específicamente del estado Monagas. Allí trabajó como directora del Laboratorio de Microbiología junto con el gobierno local, en la inspección de los expendios de alimentos. Su misión fue realizar análisis de su calidad microbiológica y su inocuidad alimentaria, en cumplimiento de las normas de Covenin (Comisión Venezolana de Normas Industriales), que ahora cambió a “Servicio Desconcentrado de Normalización, Calidad, Metrología y Reglamentos Técnicos de Venezuela” (Sencamer).
También se dedicó a realizar experimentos, en el mismo campo, con los denominados “alimentos de cuarta generación”, que no son más que aquellos productos que han sido pelados y cortados y que se almacenan para consumo posterior. “Realicé investigaciones sobre los efectos de la luz ultravioleta en la preservación de frutas frescas cortadas o mínimamente procesadas”, dice la profesora Ramos. Explica que la luz ultravioleta es un elemento térmico de conservación de alimentos que no presenta ningún incremento de temperatura al momento de ser utilizado en la conservación de estos productos, porque permite que los mismos mantengan sus características sensoriales, físicas y químicas sin modificaciones en un plazo de tiempo de consumo óptimo que oscila entre los 10 y 20 días. Estos experimentos los realizó utilizando mango, patilla y piña con excelentes resultados.
Posteriormente realizó investigaciones en el Centro Oceanográfico con un proyecto llamado “Valoración y Aprovechamiento de Recursos Marinos”, junto con las comunidades pesqueras que hacen vida en Higuerote, estado Miranda, en las zonas de Playa Valle Seco y en la Laguna La Reina. En conjunto se realizaron varias líneas de investigación, por ejemplo, en estudios sobre el aprovechamiento integral del guacuco para la seguridad alimentaria y la obtención de productos químicos de valor agregado, buscando un sentido práctico de producción con una relación directa con esa comunidad. Esta investigación contempló el aprovechamiento del tejido duro de ese molusco, que es una fuente rica en calcio, cloruro de calcio y carbonato de calcio, que pueden ser aprovechados por la industria farmacéutica y por la industria del papel. Los habitantes de Higuerote también sistematizaron los procesos de etiquetado y empaquetado para la conservación de otros productos como pescados y mariscos.
Todas estas investigaciones fueron posibles a través de un proyecto al que nombraron “Capacitación y seguimiento para productos etnogastronómicos provenientes de la Laguna La Reina y Playa Valle Seco en Higuerote, estado Miranda”. Allí se investigó sobre la variedad alimenticia y productiva de esa comunidad, contando con el apoyo del Instituto Nacional de Investigaciones Científicas (IVIC), quien cuenta con una estación experimental en esa zona. Las comunidades participantes pudieron fortalecer su economía y mostrar avances importantes que aportan al entramado productivo del país.
De Monagas para el océano
Ana Indira Ramos nació en Temblador, estado Monagas, y allí vivió hasta los 14 años de edad con su madre, Ana Celis Villarroel, quien se dedicaba al trabajo del hogar. Su padre, Freddy Ramos, fue maestro, y su hermana Ana Karina Ramos es Ingeniera Agrónoma; allí estudió la primaria y parte de la secundaria. A los 15 años de edad se mudaron para Maturín, ciudad también oriental en la concluyó el bachillerato e ingresó a la Universidad de Oriente (UDO). En principio quiso estudiar medicina, sin embargo el camino que se abrió ante ella fue otro porque ingresó en la carrera de Biología culminando la primera etapa de sus estudios en Maturín. Luego continuó su carrera de pregrado en el estado Sucre, en otro núcleo de la UDO en el cual –confiesa– terminó enamorada de su profesión, obteniendo el grado en Biología Experimental con una tesis orientada a la tecnología de alimentos, que mucho tuvo que ver en el desarrollo posterior de su formación académica.
Para el año 1996, vuelve al núcleo de la UDO en Monagas con la meta de hacer un postgrado, pero fue aceptada como profesora a tiempo completo; allí enseñó sobre microbiología general y de alimentos por 25 años, hasta que logró su jubilación.
Fue en el núcleo del estado Anzoátegui donde culminó su maestría en Ciencias de los Alimentos. Posterior a ello y sin perder mucho tiempo, Ramos aprovecho los planes de financiamiento que ofrecían en la universidad para profesores de dedicación exclusiva y contactó a Olga Martín Belloso, una destacada investigadora científica especializada en ciencias y tecnologías alimentarias de la Universitat de Lleida (Catauña, España), quien la aceptó en su equipo de trabajo. Ana Ramos cursó paralelamente y obtuvo nuevos títulos con otra maestría basada en una tesis sobre Innovación de Investigación y Producción Alimentaria, y finalmente el doctorado del cual se graduó con el nivel de Cum Laude, en el área de Ciencia y Tecnología Agraria y Alimentación, logros obtenidos entre los años 2008 al 2012.
También tuvo la oportunidad de hacer publicaciones en revistas científicas internacionales como Microbiology Foods Journal y en la revista “Saber”, con un artículo titulado Foods Control. El nivel de compromiso y trabajo en esa universidad española fue reconocido cuando le otorgaron el premio “Jade Plus”, que va dirigido a profesores latinos por su labor y consiste en una beca que utilizó para viajar a otros países europeos y complementar su formación científica.
La Universidad Nacional de las Ciencias representa una nueva etapa para la profesora Ana Ramos, pero no le es extraña, por todos los años en los que ejerció la docencia en la UDO. Pero sí representa un reto: el de enseñar, impulsar proyectos, y hacer que los y las estudiantes de esta rama de las ciencias continúen el camino de la investigación y del desarrollo del país, con el ejemplo de una vida de entrega a las ciencias aplicadas que ha hecho que hasta sus descendientes sigan por ese camino: su hijo, Oswaldo Oliveros (19 años) estudia Medicina, y su hija Carana Oliveros (25 años) está realizando el doctorado, como Ana, en la Universitat de Lleida.
Prensa La Inventadera
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