José Romero Losacco, antropólogo graduado en la Universidad Central de Venezuela –UCV– es investigador del Centro de Estudio de Transformaciones Sociales, en el Instituto de Investigaciones Científicas –IVIC–. Y ahora es también profesor en la Universidad Nacional de las Ciencias “Dr. Humberto Fernández Morán”.
–¿Se puede decir que la UNC es un nuevo espacio para intentar ponerle fin al colonialismo o al paradigma colonial?
–Sí, entendiendo que implica también una disputa interna en el campo académico. Es una oportunidad que se abre, pero también es un campo en disputa…
–¿En disputa con quién?
–En disputa incluso con sectores que pueden considerarse, eso que ahora llaman progresismo, que a mí no me gusta la palabra. Pero digamos, para no extenderme, con una cierta izquierda que sigue estando colonizada, una izquierda occidentalizada, que de alguna manera sigue teniendo una concepción de la ciencia atada a preceptos modernos coloniales, eurocéntricos. Entonces, te pongo, por ejemplo, una anécdota. Hubo que discutir seriamente que una licenciatura en Filosofía en una universidad como la UNC tiene que tener un componente central de filosofía venezolana y filosofía latinoamericana.
–¿Hay una filosofía venezolana?
–La filosofía venezolana entra dentro del campo de la filosofía moderna, por lo tanto, sí, yo no diría una filosofía venezolana, hay varias filosofías venezolanas, y hay gente trabajando desde hace muchísimos años en esos temas. Al día de hoy, una referencia viva de esos trabajos, de rescate de una filosofía venezolana, es la profesora Alexandra Molino, por ejemplo, a quien estamos incorporando justamente para que sea quien lleve la batuta en torno a la construcción de los programas de filosofía venezolana en la universidad. Ella está haciendo unos trabajos increíbles sobre la filosofía venezolana que se produjo a finales del siglo XIX, principios del siglo XX, en una continuación de la tradición bolivariana, y cómo está echando por tierra lo que la tradición universitaria venezolana ha catalogado como el positivismo del siglo XIX venezolano. Lo que está discutiendo es que no había positivismo, había un pensamiento muy complejo, gente que estaba fundando el pensamiento etnográfico venezolano, que estaba produciendo una filosofía de carácter continental, incluso, porque ha rescatado textos de la época en que se cruzan comunicaciones los primeros comunistas venezolanos con el maestro Unamuno, por ejemplo.
–José Ignacio Cabrujas decía que los venezolanos somos unos copiones, y a mucha honra, no tenemos por qué seguir buscando eso que llaman identidad.
–Sí, ahí como antropólogo te digo que el concepto de identidad es un concepto problemático. Incluso al día de hoy se habla más de identificación que de identidad, porque la identidad tiende como a fijar la búsqueda de una esencia que nunca se termina de encontrar al final. Pero por venezolano me referiría no tanto a esta búsqueda de una identidad perdida, sino a quienes han reflexionado desde esta tierra sobre los problemas que esta tierra tiene. No es una metáfora naturalista, sino los problemas que tenemos las personas que habitamos esta tierra, que estamos atravesados por tensiones coloniales, por imperialismos que nos han impuesto no solo formas de vida, sino incluso auto concepciones, formas de auto percibirnos.
–¿Cuántos son los estudiantes que se formarán en esos nuevos conceptos?
–Un poco más de 500 estudiantes en toda la universidad. Porque ahora mismo estamos en el programa de iniciación, que es común para todos. Tienen un componente de Filosofía de la Ciencia para todos, que es inicial, y luego, cuando entran a la carrera, van a tener también una materia común de pensamiento crítico.
–Volviendo al colonialismo, ¿habrá un método para dejar de ser colonia?
–Un método como una receta, no. Hay múltiples caminos, cada tradición, cada pueblo va encontrando su camino. Lo primero que debemos hacer es mirarnos a nosotros mismos. Mirar nuestras tradiciones, pero también hacerlo con ojo crítico. Porque hay una cuestión con la colonia, y es que la colonia también colonizó nuestras tradiciones. Entonces, es volver a aquello que nos constituye, aquello que es el primer paso. Después de ahí es un camino mucho más largo, pero empezamos al menos a transitar por ahí.
-Carlos Monsiváis, en uno de sus ensayos, «Aires de familia», decía que el imperialismo le dejó a los pueblos sus tradiciones, su folclore, y se llevó los recursos naturales. Quédense con su pájaro guarandol, que yo me llevo el petróleo.
–Ahí recurro a Walter Benjamin, que dice que la modernidad inventa la tradición para después destruirla. Entonces, no solo creo que en efecto nos dejaron las tradiciones, sino que nos dejaron una lectura sobre las tradiciones, una manera de entender las tradiciones. Que las folcloriza, que las convierte simplemente en un artefacto de museo. Y que al día de hoy sirve mucho para eso que llaman multiculturalismo. Porque entonces con el multiculturalismo la tradición se convierte en una fiesta en la que simplemente tú montas tu tarima, te montas la falda y sales a bailar. Y eso está bien mientras no se cuestione quién tiene el poder, mientras no se cuestione quién decide. Cuando digo volver a las tradiciones es teniendo eso en cuenta. Es decir, no es una vuelta folclorista a la tradición, no es una vuelta, digamos, antropológica a la tradición. ¿Cuáles son los mundos que están presentes en esas tradiciones? ¿Y qué es justamente lo que el folclor borra?
–Y ¿cómo repensar el estado?
–La cosa es cómo sería pensar el Estado desde una tradición, por ejemplo, con los yorubas. ¿Cómo se traduciría una institucionalidad a través de eso? Y a eso lo toco como ejemplo, porque a eso es a lo que me refiero con el volver a la tradición, no simplemente al volver al pájaro guarandol, sino cuál es la humanidad que está allí, porque una de las cuestiones que suele también decirse mucho es que solemos pensar más fácilmente con el fin del mundo, es decir, con el fin del capitalismo, y eso podría estar cercano a nosotros, pero más complejo es pensar una alternativa al capitalismo, y construir algo nuevo de la nada resulta un tanto, vamos a decirlo, difícil.
–Aquí celebramos el Halloween, el Black Friday, y pagamos y compramos con dólares, y decimos no a la invasión.
–Fíjate que el Halloween es un buen ejemplo también en el sentido de esto de volver a las tradiciones, porque hay un Halloween que es el comercial, el que nos venden, allá donde uno vaya hoy día en el mundo, al menos en Occidente, se ha impuesto la moda de celebrar Halloween. Pero hay un Halloween que es otra cosa, que es el Samhain Celta, que es la fiesta de la cosecha, y hay otra historia colonial del Halloween, y es cómo se coloniza el Samhain por la Iglesia Católica. De hecho celebramos Día de Muertos y Día de Santos, porque la Iglesia Católica impone en esas fechas la celebración, o el recordar a los santos y a los muertos, para combatir las fiestas que llaman paganas de la cosecha, en el otoño europeo.
–Volviendo a la Universidad de las Ciencias, podemos decir que es una buena oportunidad para desmontar muchas cosas.
–Sí, es una opción, es una oportunidad además de formarse en ofertas que no se están dando en otras universidades. En el campo técnico, por ejemplo, en inteligencia artificial, biomateriales, ciencias de datos. Y es una opción para salir de la colonización en la medida en que estamos apostando por una concepción distinta de la ciencia, de la colonización científica y de la colonización que hacen los científicos, también. De ambas cosas. De poder comprender que hay una relación ética con el conocimiento. Que de nada sirve hacer un doctorado en Italia si eso implica firmar un contrato con una universidad italiana que te obliga a extraer la flora venezolana, llevarla para allá, consignarla en un laboratorio en Italia como ocurre con postgrados que se ofertaban. Y que todos los conocimientos que se producen allí son al final apropiados por la universidad en cuestión que financia el posgrado. De nada sirve seguir, y esto es algo que yo siempre he dicho, seguir dándole becas a la gente para que vaya a estudiar ciencias sociales en Europa para que veamos a un europeo explicarnos quiénes somos nosotros. Y un poco por ahí creo que se avanza o estamos intentando avanzar.
–Hay que asumir también la crítica al eurocentrismo.
–Hay que tomarse en serio la crítica al eurocentrismo sobre todo ahora que se habla de una nueva modernidad.
–Yo siento que se está tomando en serio. He visto discusiones.
–Es asumir las consecuencias que eso tiene para nuestra propia concepción del mundo. Uno de mis maestros, que es Ramón Grosfoguel, tiene una frase que a mí me gusta mucho, y es que si nosotros nos quedamos solamente con una crítica a las estructuras, terminamos siendo marxistas del siglo XX, y si nos quedamos solo con una crítica a las estructuras internas, terminamos decantando en una suerte de new age, es decir que el camino es ese camino doble de estar alerta con cuáles son las estructuras de dominación externa, pero también cómo esas estructuras de dominación tienen un contenido en nuestras propias concepciones de vida.
–¿Estamos produciendo conocimiento?
–Si, hay grupos. La red afro, por ejemplo, tiene una producción increíble. Lo que se está haciendo en el Centro de Estudio de Transformaciones Sociales, en el IVIC, lo que se está haciendo allí en materia de estudios de semilla. Comprender cuáles han sido las formas de organización con las que hemos experimentado en estos últimos años y cuáles han sido exitosas, cómo avanzar a partir de esos éxitos y cómo reconducir las cosas que se han hecho mal, creo que aportan un montón, a la gente que está trabajando en temas de colonización digital. Tenemos que tomar en serio los conocimientos que producimos.
La Inventadera



