La profesora Yatzaira Fragozo nació en 1979 en las inmediaciones de lo que fue un campo petrolero (La Concepción, estado Zulia, justo al lado de Maracaibo). Su título universitario informa que es licenciada en Filosofía por la Universidad del Zulia. Está lleno de LUZ su currículum: la mayoría de la buena cantidad de cursos, talleres y seminarios en los que ha participado se distribuyen entre la LUZ y el IVIC, donde ahora mismo es docente y Profesional Asociada a la Investigación. Contra la muy generalizada y simplista visión que proclama que la filosofía pasa por desconectarse de los problemas concretos del mundo físico y cotidiano, en un momento especialmente ardoroso de sus estudios académicos se aplicó a explorar una clave demasiado importante: su comunidad y su municipio natal, el Jesús Enrique Lossada, eran un objeto de estudio dinámico, hervidero de personas y de organización, un animal viviente con el que le fue inevitable dialogar. La evidencia de la conexión entre su pensamiento y la materia hirviente que es la sociedad venezolana puede verse también por allí, plasmada en la información que la presenta como investigadora. Participó en un diplomado cuyo título lo explica todo o casi todo: “Metodologías de investigación e interpretación de la realidad para transformarla”. También es revelador el título de una de sus publicaciones emblema: “Territorios petroleros en Venezuela y la construcción de la sociedad venezolana desde mediados del siglo XX”. Y una línea de investigación recurrente: estudio del espacio público participativo. –De muchacha que creció en un campo petrolero a filósofa y luego a antropóloga. Háblemos de esas transiciones. –Bueno, yo soy hija de migrantes. Mi papá y mi mamá son colombianos, pero yo me he formado aquí en Venezuela. Mi mamá era cocinera, humilde, como buena migrante. Mi papá era de oficio latonero y pintor, todos mis hermanos adquirieron ese oficio en la casa. Pero todos fuimos a la escuela. Tres de mis hermanos estuvieron en la universidad. Antes de empezar la universidad yo quería ser publicista, me encantaba la publicidad. Estaba pendiente de todos los elementos publicitarios, los colores, cómo la propaganda se hacía a nivel, sobre todo, visual. Me gustaba mucho también cómo se veía la publicidad en las revistas. Entonces, yo creo que no lo dejé completamente porque parte de lo que hago en Antropología es eso. Me interesa ver cómo se comportan los movimientos, por qué son las cosas como son. Ese anhelo de lo que quería ver en la publicidad lo he podido desarrollar como antropóloga. –En un estado y en un municipio petrolero, de pronto una joven decide que va a estudiar filosofía. ¿Cómo ocurrió eso? –Bueno, fueron muchos factores. Eso fue un momento crucial en la Universidad del Zulia. Cuando ingresamos hicimos las pruebas. Pero hubo, no sé si fue un boicot o algo dentro de la universidad, que los tests no pudieron ser registrados. Entonces todas las personas que habíamos seleccionado algunas carreras nos colocaron en otras, y yo salí en Filosofía. Tenía pensado hacer el cambio, pero a medida que iba estudiando filosofía me empecé a interesar sobre las teorías, también las formas de conocimiento, sobre todo la filosofía latinoamericana, por lo cual ya finalmente opté. Antes de culminar la carrera ya había hecho como una revisión de cuáles eran los posgrados que quería seleccionar. Antropología me interesó más, lo vi más sólido para mi perfil, en el cual ya que estaba capacitándome, y ahí continué mi trabajo de investigación en esa área. –¿La Universidad Fernández-Morán califica como espacio público participativo o puede transformarse en una experiencia que entre en ese concepto? –Como caso de estudio, la Universidad Nacional de las Ciencias tiene todas las condiciones. El proceso de selección fue así: la Universidad fue ubicando a los estudiantes en todos los Fundacite, en las regiones. Hubo un contacto directo, no solamente con el estudiantado, sino con las comunidades, fue un despliegue nacional. Ya eso es un elemento participativo. Es primera vez en mi trayectoria que yo veo que una universidad vaya a las regiones a buscar al estudiantado, eso hace muy particular a esta Universidad. No solamente hicimos contacto con el estudiante sino también con el entorno en que creció ese estudiante. Por ejemplo, a mí me tocó ir a Apure y a Guárico, yo hice un paneo, hice un contacto, pude ver cultura, pude ver desarrollo, que eso también nos va a permitir trabajar con un estudiante, con el plano cultural del que forma parte. Yo vengo del Zulia y sé que cuando uno está en un espacio que no es el propio, afloran esos sentimientos. Entonces, cuando se toman en cuenta esos elementos que convergen en esta universidad, ya tenemos indicios de cómo es el pulso del país. –¿Qué otros elementos novedosos están presentes acá? –Que en la UNC no solamente hablamos de inclusión, sino también de integración. No nos conformamos solamente con que el chico venga a la Universidad, sino que lo integramos a nuestro proceso de formación, que también es novedoso, porque estamos desarrollando un modelo de aprendizaje universal donde convergen todos los elementos de cómo una persona aprende. Esto nos permite desarrollar no solamente innovación a nivel de carreras tecnológicas, sino también en la manera de impartir clases. Nuestros diseños curriculares entran en una fase modernizadora de cómo es el proceso de enseñanza y aprendizaje. Eso es un elemento que sin la participación de todos no se podría lograr. –¿Hay potencial en la visión de esta Universidad para graduar profesionales distintos a los que gradúan en el resto de las universidades? –Absolutamente. Estuve en el proceso de selección de los estudiantes y cada pregunta era selectiva, los estudiantes son muy centrados, con objetivos muy claros, que hacen de cada uno de los chicos un potencial para desarrollar. Y eso es lo que la universidad va a hacer. Va a hacer un acompañamiento para potenciar todas esas virtudes, esos objetivos, esos anhelos, esos ya conocimientos previos que ellos traen. Eso nos va a permitir también ir ajustando los modelos curriculares