La historia universal de la ciencia no siempre es justa con quienes hacen grandes aportes a la humanidad. En ocasiones, los nombres más decisivos quedan relegados. Tal es el caso del Dr. Héctor Rafael Rojas (1928-1991), un astrofísico venezolano que desempeñó un papel esencial en el Programa Lunar Apolo de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA), contribuyendo con herramientas matemáticas que permitieron al ser humano caminar por primera vez sobre la superficie lunar.
Su trayectoria ha estado marcada por luces y sombras: del reconocimiento académico en Europa y Estados Unidos al silenciamiento deliberado durante décadas. Solo recientemente, a partir de investigaciones documentales y a la acción de instituciones venezolanas, su legado comienza a ocupar el lugar que le corresponde en la historia de la ciencia mundial y en la memoria nacional.
Héctor Rafael Rojas nació el 10 de junio de 1928 en Maracaibo, estado Zulia, en una familia de clase trabajadora que poco podía imaginar que uno de sus hijos alcanzaría resonancia internacional. La familia se trasladó a Puerto Cabello y posteriormente a Maracay, donde el joven Rojas cursó estudios en el Liceo Agustín Codazzi, graduándose en la primera promoción de bachilleres. Continuó luego su formación en el Liceo Fermín Toro de Caracas, en el área de Física y Matemáticas.
Desde joven demostró una brillantez académica fuera de lo común. A los 22 años, en 1950, partió a París con una beca para realizar estudios en la Sorbonne Université y en el Instituto Militar Politécnico de París. Allí se graduó con los más altos honores, obteniendo simultáneamente un doctorado en Física y Matemáticas y un doctorado en Astrofísica, títulos alcanzados con la máxima distinción académica francesa: Mention Très Honorable.
Su formación le permitió dominar campos tan diversos como la mecánica celeste, la astrofísica estelar y la espectroscopía, a lo que sumó el aprendizaje de seis idiomas: francés, inglés, español, alemán, italiano y japonés.
Falleció el 12 de mayo de 1991 en el estado Carabobo, a los 63 años, y fue sepultado en un cementerio municipal entre Mariara y San Joaquín. Durante décadas no se conocía con certeza dónde reposaban sus restos.
Trayectoria internacional,la NASA y el Método Rojas
Rojas tuvo una carrera destacada. Entre 1956 y 1958 trabajó en el Observatorio de París-Meudon, donde desarrollo estudios astronómicos sobre las denominadas estrellas azules. Posteriormente se incorporó al Observatorio Astronómico de Saint Maure, y luego a la Institución Carnegie de Washington D.C., donde continuó con investigaciones en espectroscopia estelar.
En México, se desempeñó como profesor-investigador en el Instituto Tecnológico de Monterrey, en asociación con el Pan American College de Edinburg, Texas, combinando la docencia con la investigación de frontera en física y astronomía.
En 1966, la NASA invitó a Rojas a unirse al Programa Lunar Apolo. Instalado en el Manned Spacecraft Center de Houston (hoy Johnson Space Center), el venezolano desarrolló lo que se considera su contribución más importante: el Método de Extrapolaciones Sucesivas, también conocido como Método Rojas o de Transformaciones Sucesivas
Este sistema matemático se basaba en extrapolaciones y proyecciones complejas, apoyadas en un sistema de coordenadas, con el que era posible analizar con extraordinaria exactitud la superficie lunar a partir de imágenes captadas por sondas automáticas. Una técnica matemática de enorme sofisticación que permitió calcular con precisión inédita las trayectorias y coordenadas de alunizaje. Este método consideraba la topografía de la región ecuatorial de la Luna y la influencia de su gravedad sobre el módulo de descenso.
Entre 1966 y 1967 produjo al menos tres informes oficiales para la NASA, documentos que permanecieron clasificados durante décadas y que solo en 2019 fueron liberados y publicados en el Servidor de Información Técnica de la agencia espacial. Estos informes detallan la predicción de las áreas más seguras para el descenso tripulado y constituyen evidencia directa del rol central que desempeñó el científico venezolano.
El aporte de Rojas no se limitó al cálculo de coordenadas. Su papel fue también pedagógico y estratégico. Entrenó a los astronautas Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins sobre las características topográficas de la superficie lunar y las precauciones que debían tomar durante su exploración.
Sus cálculos selenográficos, basados en ocho estudios exhaustivos, identificaron las áreas más estables del Mar de la Tranquilidad, donde finalmente el Apolo 11 alunizó el 20 de julio de 1969. En entrevistas concedidas en Venezuela poco antes de ese histórico momento, Rojas predijo con certeza que en julio de ese año el hombre pisaría la Luna. No se equivocó. Por estas razones, fue apodado “el cartógrafo de la Luna”, título que resume su papel como guía matemático del alunizaje.
Sin embargo, el ascenso meteórico de Rojas en la NASA pronto se vio opacado por la política. Se negó a aceptar la nacionalidad estadounidense, decisión que incomodó a las autoridades. Rechazó también ofertas económicas para mantener en secreto sus descubrimientos, convencido de que la ciencia debía compartirse y democratizarse, no ser patrimonio de élites o de gobiernos.
Como consecuencia de su posición, su nombre fue eliminado de los registros oficiales de la NASA, y muchos de sus documentos, desaparecieron en Venezuela durante los primeros años de la década de 1970. El científico que había guiado a la humanidad hasta la Luna caía en un olvido forzado.
Rescate de su legado:Símbolo de ciencia y soberanía
Rojas regresó a Venezuela en 1972. Intentó fundar un centro de investigaciones en astrofísica, pero el proyecto nunca se materializó por falta de apoyo institucional. Se dedicó entonces a la docencia en el Instituto Pedagógico El Mácaro, en Aragua, y trabajó como asesor en el Ministerio de Educación, en labores que quedaron invisibles para la opinión pública.
La tarea de rescatar su memoria ha sido posible gracias a la investigación del escritor e investigador hispano-venezolano Pierre Monteagudo, quien durante más de dos décadas recopiló archivos, testimonios y documentos hasta publicar en 2016 Expediente Rojas, considerada la biografía oficial del científico.
Monteagudo logró que, mediante la Ley de Libertad de Información (FOIA) en Estados Unidos, la NASA desclasificara en 2019 los reportes técnicos elaborados por Rojas. Así quedó demostrado que sus aportes no eran un mito ni un rumor, sino hechos documentados y fundamentales en la misión que cambió la historia de la humanidad.
Este proceso de reivindicación continuó en el país, cuando en 2025 sus restos fueron trasladados al Panteón Regional del Zulia, en una ceremonia oficial que lo restituyó al lugar simbólico que merecía dentro de la memoria colectiva venezolana.
Para Venezuela, rescatar su nombre no es solo un acto de justicia simbólica, sino a su vez el reconocimiento de que el país tiene la capacidad de formar científicos de talla universal y esos talentos pueden convertirse en pilares de la soberanía tecnológica y del desarrollo nacional.
La creación de la Universidad Nacional de las Ciencias se enmarca en este proceso de rescate de la memoria científica venezolana, recoge el legado de los doctores Humberto Fernández-Morán, Héctor Rafael Rojas y de otros científicos venezolanos que trascendieron fronteras.
El Dr. Héctor Rojas, “el cartógrafo de la Luna”, es hoy también el cartógrafo de una ruta donde la ciencia se pone al servicio de la humanidad y donde la patria reconoce y honra a sus hijos más brillantes.
Prensa UNC – YA